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abr

Deuda

Imagina un saco. Es un saco que te permite sacar cosas de él, como la chistera de un mago. El requisito para que el saco funcione es que por cada cosa que saques vas a tener que meter en el saco dos cosas tarde o temprano. El saco te deja, a veces, sacar dos cosas para volverlas a meter por la primera cosa que sacaste sabiendo que tarde o temprano tendrás que meter cuatro. Si puedes meter cosas en el saco para compensar lo que sacaste todo va bien.

 

Vamos a hacerlo un poco más complejo. Los dueños del saco hacen unos vales por las cosas que tarde o temprano vas a meter en el saco y los venden con la promesa de que, ey, tarde o temprano meterás tus cosas en el saco. El saco está lleno de cosas aunque, de facto, se está vaciando. El saco, o al menos su simulacro crece sin parar. Aquellos que compraron el vale por tus cosas han revendido el vale y ahora tú (y alguna gente más porque para revenderlo han agrupado tus vales con los de otra gente) debes al saco mas de lo que puede pagar.

 

Entonces el saco se convierte en un aspirador que te va quitando recursos. El recurso principal es tu casa, pero a veces son tus impuestos porque quién ha ido sacado cosas del saco (normalmente carreteras, infraestructuras, aeropuertos vacíos, etc.) es tu ayuntamiento. Entonces de pronto las reglas de tu vida común se modifican para meter cosas en el saco.

 

Lo importante es pensar A.- Que el saco apareció por arte de magia B.- Que el saco no tiene que regirse por ninguna norma C.- Que esa ley es flexible para el saco y inflexible para ti.


Si piensas de otra forma estás haciendo política.

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